Cuando llegó inmigración a Chicago, los vecinos se unieron para llevar a los niños a la escuela
Las calles del vecindario de La Villita estaban comenzando a despertar cuando Baltazar Enríquez, con el cabello aún húmedo peinado hacia atrás, sale rápidamente de su casa. Hace a un lado unos papeles y un silbato del asiento trasero de su vehículo SUV gris antes de deslizarse al asiento del conductor.
Mientras maneja, su teléfono vibra con mensajes. Se entera que agentes de inmigración federales están moviéndose por los suburbios cercanos. Tienen como objetivo a La Villita y estaban en el área el día anterior. “Probablemente estén viniendo aquí después”, concluye Enríquez.
Enríquez se detiene frente a un edificio de apartamentos de ladrillo café y marca un número de teléfono.
“Buenos días, vengo a recoger a la niña para la escuela”, anuncia.
“Sí”, dice un hombre con una voz áspera. “Un momento”.
Pronto, una niña de 12 años de edad y vestida con pants grises se sube al auto. Se sienta en silencio en el asiento trasero hasta que Enríquez se incorpora a la concurrida fila de entrega de una escuela primaria local.
Enríquez y el resto del Concilio Comunitario de La Villita son conocidos por hacer sonar silbatos para advertir sobre la presencia de agentes de inmigración federales y por sus tensos encuentros con ellos. Pero también han estado llevando a más de 60 niños de ida y vuelta a la escuela todos los días.
“Nos llamamos autobuses escolares mágicos”, dice.
Es uno de los muchos esfuerzos que surgieron en toda la ciudad este otoño para ayudar a que los niños vayan a la escuela sin poner a los padres inmigrantes en el camino de los agentes federales.
El “Operativo Midway Blitz” se lanzó en Chicago el 8 de septiembre, tres semanas después del inicio del año escolar. Agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, vistiendo chalecos antibalas, llegaron con su líder confrontativo, Gregory Bovino.
A medida que se intensificó la aplicación de la ley de inmigración, Enríquez, maestros, miembros de la junta escolar y otros sonaron alarmas. Temían que los padres tuvieran demasiado miedo para llevar a sus hijos de ida y vuelta a la escuela y que su educación se viera afectada.
WBEZ obtuvo datos de asistencia desde el inicio de este año escolar hasta el 12 de noviembre, el día anterior a que Bovino y sus agentes abandonaran Chicago. Cubre los dos meses completos en que las tropas causaron estragos en los vecindarios de la ciudad.
Los datos cuentan una historia mixta. Es evidente que el miedo mantuvo a algunos estudiantes en casa durante días. Pero también es evidente la determinación de padres, adolescentes, maestros y comunidades de que los niños deben estar en la escuela.
La mayoría de los días, los índices de asistencia en escuelas mayoritariamente latinas estuvieron muy cerca de los del año pasado y reflejaron las típicas fluctuaciones semanales. La tasa de asistencia en las escuelas secundarias predominantemente latinas en general cayó del 89% antes de la campaña de deportación federal al 84% después.
Sin embargo, las escuelas mayoritariamente latinas y negras vieron una caída similar en la asistencia después de que las clases se habían iniciado unas semanas el año pasado, sugiriendo que parte de la disminución puede deberse a una disminución del compromiso estudiantil. Esto sucede mientras las escuelas de todo el distrito han luchado por recuperar sus índices de asistencia a niveles prepandémicos.
Aun así, el impacto de la aplicación de la ley de inmigración se puede ver en los datos: hubo grandes y inusuales caídas en los índices de asistencia en días específicos, principalmente en escuelas mayoritariamente latinas, durante algunas de las actividades de aplicación más agresivas. Pero los índices de asistencia parecieron recuperarse la semana siguiente.
Casi 14,000 estudiantes que asisten a escuelas predominantemente latinas, o aproximadamente el 12% de los estudiantes, se quedaron en casa el 29 de septiembre, el lunes después de que los agentes de la Patrulla Fronteriza marcharon por el centro de la ciudad.
Unos días después, cerca del 14% de los estudiantes en escuelas mayoritariamente latinas se quedaron en casa cuando se corrió el rumor de que agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) tenían como objetivo a menores de edad que llegaron a Estados Unidos sin un padre. Algunos temían que adolescentes pudieran ser recogidos al azar.
Las escuelas en vecindarios individuales también vieron caer la asistencia justo después de días de aplicación de la ley que fueron particularmente activos. En el East Side, por ejemplo, agentes armados causaron un accidente automovilístico, rociaron gas a los residentes y se llevaron a jardineros y trabajadores de la construcción bajo custodia el 14 de octubre. Al día siguiente, sólo cerca del 76% de los estudiantes se presentaron en las escuelas del área, muy por debajo del habitual 92% de asistencia diaria en otoño.
Esfuerzos comunitarios ofrecen una línea de vida a la normalidad
Algunos líderes escolares están preocupados. Los directores informan a su sindicato, la Asociación de Directores y Administradores de Chicago, que están preocupados por la disminución de la asistencia estudiantil este año y dicen que la actividad de ICE ha contribuido a un “creciente sentido de inestabilidad” para los estudiantes.
La mayoría de los agentes de la Patrulla Fronteriza han desaparecido por ahora, pero los agentes de ICE todavía están deteniendo personas en Chicago.
Los funcionarios de las Escuelas Públicas de Chicago (CPS) han informado a las escuelas que pueden marcar una ausencia como justificada si un niño falta a clase para mantenerse a salvo de la aplicación de la ley de inmigración, una estrategia que también significa que los padres inmigrantes asustados no recibirán cartas amenazadoras por la inasistencia a clases. Pero los estudiantes aún tienen que recuperar las tareas perdidas.
Los funcionarios también enfatizan que la escuela es el lugar más seguro para los niños y han resistido los llamados para ofrecer una opción de aprendizaje remoto. Han tratado de enviar el mensaje de que están al tanto de la situación: enviando cartas a las familias cuando hay agentes federales en el área y manteniendo a los niños adentro cuando están cerca.
Los funcionarios de CPS reconocieron en un comunicado que, si bien la asistencia en todo el distrito escolar se mantiene generalmente consistente con años anteriores, “ciertos días pueden reflejar caídas más pronunciadas en la asistencia entre nuestros estudiantes latinos y de aprendizaje del inglés”.
Los funcionarios de CPS señalan que no realizaron este análisis, pero están “revisando estos patrones y trabajando con líderes escolares, familias y socios comunitarios para abordar las barreras a la asistencia y asegurarse de que todos los estudiantes se sientan seguros y apoyados en la escuela”.
Sin embargo, al principio, la dirección del distrito se dio cuenta de que no podían manejar la situación solos, dice Fanny Diego Álvarez, jefa de compromiso familiar y comunitario de CPS. Álvarez llegó a CPS hace aproximadamente un año y medio desde una organización sin fines de lucro en La Villita, y muchos en el campo le dan altas calificaciones por trabajar incansablemente para apoyar a los estudiantes en estos últimos meses.
A su vez, ella los acredita.
“Hemos visto a organizaciones comunitarias, padres y voluntarios haciendo más para crear un paso seguro adicional para los estudiantes y las familias”, dice. “Ese es el ideal en cada comunidad… que las escuelas sean una extensión de los vecindarios, y los vecindarios sean una extensión de las escuelas”.
Javier Briz, un padre que vive en el vecindario de Logan Square, ha visto eso.
Cuando hizo un llamado a voluntarios para ayudar en la escuela de sus hijos, la Primaria Darwin, cerca de 40 personas respondieron. Muchos de los voluntarios ni siquiera tienen hijos en la escuela. Un viernes reciente por la tarde, un grupo de damas ya con el cabello que les pintaba algunas canas, vistiendo chalecos amarillos y silbatos, vigilaban mientras los niños corrían a casa.
“Ha sido un despertar”, dice Briz.
Para padres como María en Albany Park, estos esfuerzos han significado la diferencia entre enviar a sus hijos a la escuela y mantenerlos en casa.
El esposo de María fue detenido en su camino al trabajo este otoño. Ahora, sólo se siente segura al enviar a su hija de 6 años de edad con un “autobús escolar a pie” integrado por padres y residentes de su vecindario. Es similar a los “autobuses escolares mágicos” de La Villita, pero a pie.
“Soy la única persona que queda para mis hijas”, dice María, quien también tiene una niña de casi 2 años. María teme la deportación y habló con nosotros bajo la condición de no usar su nombre real, ni identificar el nombre de la escuela de su hija.
“En cualquier momento podrían quedarse atrás”, dice sobre sus pequeñas. “Tengo tanto miedo de salir a la calle, de enfrentar eso todos los días... Si algo me pasa, ¿quién estará allí para ellas?”.
La hija mayor de María llora por su papá en la noche y se preocupa por una lesión que sufrió en su trabajo de construcción, preguntando reiteradamente por su mano lastimada. La niña de kínder quiere desesperadamente que su papá la acompañe a la escuela, como lo hizo durante las primeras semanas de este otoño.
Aún así, María dice que su hija insiste en ir a clase. Ella le dice a su mamá, “Quiero salir a jugar con mis amigos y aprender. Quiero aprender mucho.”
“Le encanta tanto la escuela”, dice María. “No falta ni un solo día”.
El poder del activismo estudiantil
Los esfuerzos liderados por estudiantes también han sido una pieza clave del rompecabezas.
Lia Sophia López, de 17 años de edad, asiste a la escuela secundaria en La Villita, donde trabaja Enríquez. Ver a tantos de sus compañeros y vecinos del fuerte vecindario mexicano asustados y escondidos la perturbó.
“Sentía rabia y casi como que no había nada que pudiera hacer”, dice Lia, quien está en su último año en la Escuela Secundaria de Justicia Social, una de las tres pequeñas escuelas en el complejo Little Village-Lawndale High School.
Así que Lia planeó una salida con dos compañeros que atrajo a cientos de estudiantes fuera de clase. Juntos marcharon por La Villita, gritando, “Dilo en voz alta, dilo claro: Los inmigrantes son bienvenidos aquí”.
“Sólo recuerdo sentirme muy feliz al saber que no era la única que se sentía desesperanzada y que quería un cambio”, dice Lia.
Lia dice que acciones como esa les ayudan a ella y a sus compañeros a sentirse empoderados e inspirarlos a seguir asistiendo a la escuela. El índice diaria de asistencia en la Academia de Justicia Social este otoño fue, en promedio, aproximadamente 5 puntos porcentuales menos que el mismo período del año pasado. Algunos días, docenas de estudiantes estaban ausentes de la escuela, pero muchos regresaban al día siguiente.
En el vecindario de La Villita, Baltazar Enríquez carga una camioneta, conocida como “el autobús escolar mágico”, para llevar a los niños a casa de la escuela. Es uno de varios esfuerzos liderados por la comunidad que surgieron este otoño para ayudar a que los niños lleguen a la escuela y regresen a casa de manera segura, mientras la actividad de inmigración se intensificó en Chicago.
Zubaer Khan/ Sun-Times
Viviana Barajas, coordinadora de seguridad escolar para Palenque LSNA, organización comunitaria de muchos años en Logan Square, ha sido parte del esfuerzo para repartir silbatos y monitorear las calles en busca de agentes de inmigración federales.
Barajas, quien proviene de una familia mexicana numerosa, dice que aunque está agradecida por las personas no conectadas a la comunidad inmigrante que están ayudando, está más impresionada con la resiliencia que observa: los padres que se aseguran de que sus hijos lleguen a clase, los estudiantes de secundaria que insisten en hablar por quienes no pueden, los vendedores de tamales que se niegan a ir a la clandestinidad.
“No creo que vayan a la escuela o al trabajo porque no tienen miedo”, cuenta Barajas. “Creo que van a la escuela y a trabajar porque aún tienen que hacerlo. Tienen que vivir sus vidas”.
Los maestros mantienen a los estudiantes conectados a la escuela
El personal escolar también ha sido una fuerza poderosa para mantener a los estudiantes comprometidos con la escuela. Con frecuencia vigilan durante la entrada matutina y la salida, y conectan a las familias con organizaciones que pueden entregar comida o brindar ayuda legal. Algunos incluso han encontrado maneras de que los estudiantes se mantengan al tanto de su trabajo escolar desde casa.
En algunas escuelas, el vecindario no es tan activo, lo que deja a maestros y directores a su suerte.
Ese es el caso de la Escuela Primaria Nash, que atiende a poco menos de 300 estudiantes en Austin, en el lado oeste. Es una de las 18 escuelas que históricamente tenían casi todos los estudiantes negros, pero han visto un aumento de estudiantes latinos que aprenden inglés.
Nash tiene casi 100 estudiantes latinos, 10 veces más de los que tenía hace algunos años, y los que están aprendiendo inglés representan casi el 30% de la escuela. En 2019, Nash no tenía ninguno.
Hasta donde sabe la maestra de Nash, Sylvelia Pittman, no existe un grupo comunitario para ayudar a llevar a los estudiantes de ida y vuelta a la escuela.
Sin embargo, las familias también son vulnerables. Dos madres de niños que asisten a Nash fueron detenidas, dejando a sus padres a cargo de cuidar a la familia solos.
Aun así, la asistencia ha sido constante. Los datos muestran que, al igual que el año pasado, la asistencia diaria promedio este otoño se situó alrededor del 90%.
Pittman dice que ella y sus colegas se han apoyado en el Sindicato de Maestros de Chicago (CTU). Su contrato requiere que las escuelas mantengan a salvo a los estudiantes de los agentes de inmigración si ICE intenta ingresar a la escuela o a su alrededor.
Pittman dice que el tamaño pequeño de la escuela permite que el personal esté en sintonía con sus estudiantes. El personal notó que cuando los padres llegaban incluso cinco minutos tarde a recoger a sus hijos, los niños estaban visiblemente angustiados.
“Se podía ver la preocupación y la incertidumbre en sus rostros”, dice.
Pittman y otros hablaron con los padres y ahora las mamás y papás llegan a tiempo.
Más que nada, Pittman dice que Nash es un lugar donde las familias pueden encontrar apoyo. Un niño cuya madre fue detenida frecuentemente busca su compañía para un abrazo. La consejera de la escuela verifica regularmente el estado de los estudiantes afectados, y el director ha enviado a los niños a casa con bandejas de lasaña y otras cenas completas para sus familias.
“Creo que siguen viniendo porque les demostramos amor”, dice Pittman. En el nivel de secundaria, varios maestros dicen que están permitiendo que los estudiantes hagan sus tareas escolares en casa si tienen miedo de asistir a clase. Si bien los estudiantes aún pueden ser marcados como ausentes porque el distrito no tiene una opción de aprendizaje remoto, los maestros dicen que no enfrentan otras consecuencias.
La Secundaria Juárez en Pilsen, localizada en el lado suroeste, donde tuvo lugar alguna de la actividad de aplicación de la ley de inmigración más intensa, fue aún más lejos.
Cuando Juárez comenzó a ver una disminución en la asistencia, la escuela ideó un plan para apoyar a los estudiantes que se quedaban en casa, dice la maestra Liz Winfield. En algunos días, más de 70 adolescentes estaban en esa lista.
“Mi director fue muy comprensivo y proactivo”, detalla. “Si hay actividad de ICE en tu cuadra y en realidad no deberías salir de tu casa, entonces ‘aquí hay formas en que aún puedes completar tu trabajo escolar en línea’”.
Winfield agrega que se alentó a los maestros a realizar tutoriales en línea, explicando paso a paso cómo realizar el trabajo.
Y los dos maestros de la escuela que trabajan con estudiantes bilingües tienen la tarea de verificar regularmente a los estudiantes que se quedan en casa. Ofrecen tutoría y preguntan si la familia necesita víveres o apoyo de salud mental.
Muchos estudiantes han estado ausentes una semana, pero luego regresan la siguiente. La asistencia diaria promedio en Juárez este otoño fue del 83%, ligeramente por debajo del año pasado.
“Creo que muchos de ellos están preocupados por poder pasar este año escolar”, dice Winfield. “Me escriben y dicen: ‘¿Qué tengo que hacer para recuperar el trabajo? ¿Qué puedo hacer mientras estoy en casa? Regresaré la próxima semana. ¿Qué me he perdido?’”.
Los funcionarios del distrito han insistido en que no pueden ofrecer una opción remota sin que el gobernador declare un estado de emergencia. Sin embargo, algunos miembros de la junta y estudiantes dicen que, al menos, el distrito debería dar a algunos estudiantes la opción de trabajar desde casa.
Esfuerzos sostenidos pueden tener un costo
El autobús escolar a pie que recoge a la hija pequeña de María en el vecindario de Albany Park fue creado después de que agentes de inmigración detuvieron a una mamá tras dejar a los niños en la escuela en una soleada mañana de octubre.
“Tener a una mamá atrapada en una parada de autobús a solo un par de cuadras de la escuela es la pesadilla de todos”, dice Bridget Murphy, directora del instituto de compromiso parental para Palenque LSNA, cuyos hijos asisten a la misma escuela que la hija de María.
Murphy dice que muchas familias estaban en pánico y temían recoger a sus hijos. Esa tarde, los padres se enviaron mensajes de texto entre sí y se reunieron en la escuela para llevar a los estudiantes a casa de manera segura.
Pero al día siguiente, docenas de estudiantes faltaron a la escuela, dice Murphy. Un día de octubre, el índice de asistencia diaria promedio disminuyó hasta el 78%, muestran los datos de CPS. En agosto y septiembre, un promedio de aproximadamente el 94% de los estudiantes asistió a la escuela cada día.
Pero a raíz de esa detención, la comunidad respondió. Murphy y otros organizaron el autobús escolar a pie que ahora tiene 50 voluntarios y lleva a unos 90 estudiantes a la escuela todos los días. Además, los miembros de la comunidad están ayudando a María y a otras familias a comprar comida y pagar el alquiler.
“Está sucediendo de familia a familia, y de vecino a vecino, de niño grande a niño pequeño”, cuenta Murphy. “Es simplemente una increíble tarea comunitaria”.
Un fenómeno similar ha ocurrido en La Villita, pero el trabajo continuo ha pasado factura.
Después de tres meses seguidos de agresiva aplicación de la ley de inmigración, Enríquez parece un poco resentido.
Cree que el distrito escolar debería haber ofrecido aprendizaje remoto a los estudiantes que se quedaron en casa debido a la aplicación de inmigración. Al menos, enfatiza que los letreros genéricos que CPS colocó alrededor de las escuelas, diciendo “acceso sólo para empleados” en los estacionamientos, deberían ser reemplazados por otros que digan específicamente que los agentes federales no pueden usarlos como bases de operaciones, tal como se solicitó en una orden ejecutiva del alcalde. Su organización incluso se encargó de imprimir los letreros.
Al mismo tiempo, el presidente del Concilio Comunitario de La Villita sabe que sus esfuerzos y los de sus vecinos están ayudando.
Un momento destaca del resto: El equipo de Enríquez comenzó a transportar a un niño de 10 años de edad llamado Juan, que no había estado en la escuela durante tres semanas. Cuando Enríquez fue a recogerlo al final de su primer día de regreso, la maestra lo tomó aparte y le pidió que informara a la madre del niño que había estado “molesto” todo el día, hablando y jugando cuando necesitaba concentrarse en su trabajo.
“Tenía toda esa energía y estaba emocionado”, dice Enríquez. “¿Puedes imaginarte estar sentado en la casa durante tres semanas?”.
Mientras manejaban rumbo a casa, Enríquez le dijo al niño que no iba a contarle a su mamá.
Desea que los maestros comprendan que el niño solo estaba feliz de estar en la escuela.
El reportero de Sun-Times Emmanuel Camarillo contribuyó a este reportaje
Traducido con una herramienta de inteligencia artificial (AI) y editado por La Voz Chicago